DULCE Y BATATO
Cuando se piensa rápido (y se piensa mal) se lo pone a Batato de papita en el mismo triolet deTortonese-aceituna y Urdapilleta-maní; pero no: Batato está en otra frecuencia. No era para Gasalla en la tele. Batato era poesía y punto. Un saber decir y un saber ¡vivir! en estado poético, como si levitara a 2 cm del suelo.
Con osadía y sin estridencias Batato inventó el tiempo-espacio escénico para la escucha de poesía; y lo hizo en el frenesí de la noche en los peores (mejores) antros. Coló lírica entre la topadora sialorreica de Urdapilleta y los pelos esqueléticos de Tortonese. Batato supo poner en pause a la noche del under para hacernos escuchar a lxs poetxs más zarpadxs: Perlongher, Marosa Di Giorgio por ej., que hoy son canon pero no lo eran aun en los 80s. Y lo hizo contrabandeando a los escenarios porteños aromas y decires de solteronas declamadoras de provincias, sin correr a refugiarse en la ironía del joven moderno.
Batato en su poder encantatorio de clown hacía de la literalidad su arma escénica. Serio al pie de la letra, literalizaba las metáforas hasta hacer tropezar al lenguaje, provocando un extrañamiento que llevaba al asombro o la risa.
Seriedad salvaje. Poesía en estado animal de vulnerabilidad escénica.
¿Cómo aguantar ese estado de fragilidad valiente y llevarlo hasta el final para volverlo poesía? Vulnerabilidad no es dar pena. Vulnerabilidad es un estado animal, drogótico, peligroso y salvaje; y por eso mismo cautivante.
Vulnerable sí pero no pobrecito. Travestido con cartoneo exquisito. ¡Lixo (basura) hecho luxo (lujo)! Batato nunca barato. Grandioso ¡emperatriz del Once!, como luce en el cuadro de Marcia Schvartz, hoy parte de la Colección Costantini pero en los 90s ese cuadro te abría la puerta de la casa de Mimi Bendjuia.
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¿Dónde está lo bataaatático hoy?
En Ioshua y sus fanzines punks arrabaleros conurbandas.
También vi descender el espíritu poético de Batato cuando en la sala precisamente “Batato Barea” el clown Neptuno (Darío Levin) desplegó por encima de la cabeza del público un océano gigante de papel al que hicimos ondular en suave mosh. Era un mar bataaatático de Fellini.
Hace muy poco, en Coral, sede de serigrafistas queer en esquina de Boedo (CABA), hubo otra aparición bataaatática. Fue en Mostración Body Art La Resurrección, acción convocada por Natalia Labaké, Germán Celestino Monti, Ariel Nahón y Paola Mattos al agitar los archivos ochentas. Invitaron a Daniel Joglar, que decoró la vidriera con papel madera, como solo él sabe plegarlo y desplegarlo. Fue un homenaje exquisito al fabuloso vestido de papel que Gumier Maier couturier le diseñara a Batato en “El papelón”, su numerito de 15 segundos en Body Art, Paladium 1988.
Y por supuesto, también pervive lo bataaatático en la obra Fernanda Laguna: poesía doméstica con materiales sin pedigrí. Del “quiero ser como el humo”, de Batato, al pompón de algodón de Fernanda. De hacerse en el papel hasta deshacerse en el humo.
Batato era papel, Batato era humo.