"Las flores se abrirán en la noche" texto que acompaña la última muestra de Diana Aisenberg en Aldo de Sousa

Las flores se abrirán en la noche: Roberto Amigo sobre Silencio, la noche está llena de estrellas

Las flores se abrirán en la noche –en esta noche llena de estrellas–para quien merece su mirada; antes del amanecer, cuando mueren. La imagen es una advertencia sobre la vanidad de la vida, de la efímera belleza, de lo inexorable del tiempo, para el desengaño. Diana, desde la etapa jerosolimitana, se ha detenido en lo fugaz de la luz, en aquello que aparece y desaparece rápidamente, en comprender la pintura como acechanza de aquello que va a ocurrir por la mirada. La flor silvestre nace para el sueño, mientras el alma dormida despierta en la contemplación de la muerte. Único instante, entonces, es el despertar.
*
Los motivos en la obra de Diana, regresan en el tiempo, en su preciosismo oculto de símbolo. Los cisnes de Diana vuelven a desplegar sus alas. Pitágoras incluye en las transmigraciones del alma, aquellas de los poetas muertos en los cisnes. Cantan antes de morir, dicen los textos antiguos, por ello creían que era el animal de Apolo. Así, en la décima de Quevedo: “Bien pensará quien me oyere / viendo que he llorado tanto / que me alegro agora y canto / como el cisne cuando muere”. Rubén Darío prefirió pensar al cisne de canto wagneriano, metáfora del poeta, como la nave que salva a los náufragos, una simple necesidad modernista. El cisne crepuscular en la pintura de Diana se libera de los anillos de oro. (Charles de Kay, en BirdGods, comenta que el cruzado rey Edward I, juraba sobre dos cisnes con redes doradas a comienzos del siglo XIV).
*
Animales del crepúsculo. El búho y la lechuza protectores, guardianes de la noche que pueden ver las almas que permanecen en la tierra (Diana ha preferido antes pintar los cielos y las niñas en esos cielos con los diamantes y los peces). Kitsune, el zorro, es uno de los espíritus de los bosques y mensajero de Inari; adquiere, si lo desea, la forma de una mujer joven. Diana reúne al zorro rojo y a la mujer pelirroja, autorretrato ideal del abrazo del espíritu con su forma elegida. No son estos solitarios zorros grises, rojos, incluso uno rosado con el pelaje azul en las patas, los del Occidente religioso, asociado a la malicia y astucia, a lo demoníaco. Uno de los zorros se defiende en la nieve de algo o alguien que no es representado. Es ese instante de la medianoche cuando algo más está vivo, como el zorro del poema de Ted Hughes que acerca su hocico frío a las hojas y ramas caídas.
*
La vela apagada en la noche rara vez se enciende en la mañana.
Roberto Amigo

Silencio, la noche está llena de estrellas
Diana Aisenberg

ALDO DE SOUSA | Galería
por Roberto Amigo , 25 de Noviembre de 2022
compartir
Con el apoyo de