A ningún lado

Sobre Los viajes de Manuel Aja Espil, en Galería Grasa, del 7 de agosto al ...


La pintura es una tecnología antigua. Es incluso más antigua que la historia. La pintura contemporánea constantemente nos recuerda las dos cosas; que es una tecnología y que es antigua. Parece siempre consciente de toda la pintura que vino antes, como si cada nueva pintura tomase parte en una conversación que empezó hace miles de años y que no parece que vaya a terminar nunca. Dentro de esa conversación uno de los temas recurrentes es el de la autorreferencia, de la pintura que trata sobre la pintura (y su historia).

Las galerías de arte también son (relativamente) antiguas. No tanto como la pintura, pero ya tienen sus años y un recorrido considerable que las llevó del templo a la iglesia, al palacio real, a la mansión burguesa, a la gran institución estatal, al elegante comercio en barrio de alto poder adquisitivo, al galpón industrial en barrio periférico en vías de gentrificación y, finalmente, al garage de la casa de una pareja de artistas (y marqueres) en el barrio de Chacarita, donde encontramos Galería Grasa, continuando la tradición de galerías independientes y autogestionadas por artistas y que aparecen frecuentemente en sus propias viviendas.
La segunda muestra en inaugurar en Galería Grasa, el pasado 7 de agosto (y vía live de Instagram), fue Los viajes de Manuel Aja Espil. En la muestra se pueden ver 13 pinturas, todos óleos sobre tela, todas de pequeño formato.

Durante la era de exploración y “descubrimiento” que duró del siglo XV hasta finales del XIX (cuando ya no quedaron (al menos en el planeta tierra) nuevas geografías por descubrir)), las expediciones llevaban como parte de la tripulación a botánicos, geólogos, cartógrafos y también muchas veces a un artista que se ocuparía de registrar con dibujos, grabados o pinturas los nuevos paisajes, las desconocidas especies animales y vegetales recién descubiertas, las exóticas poblaciones de esas tierras remotas que rápidamente pasarían a ser colonizadas.
Las pinturas de Los viajes parecen compartir algo del espíritu de esas obras que resultaban de los largos viajes de exploración; misteriosos paisajes deshabitados llenos de árboles y montañas, naturalezas muertas de viejos artefactos, la luna, el sitio de un entierro. Seguramente estas escenas despertarían el interés de naturalistas y exploradores de civilizaciones lejanas.
Por otro lado, estas pinturas, elegidas según el criterio curatorial de les galeristas, son una especie de lados B de la obra de Aja Espil. Un corto viaje de una cuadra y unos metros y podemos llegar de la galería al taller del artista y ver el resto de sus pinturas.

Estas otras pinturas (considerablemente más grandes y que Manuel trabaja habitualmente en series programáticas) funcionan un poco como la película Ready player one (Spielberg, 2018) donde dentro de un utópico mundo virtual conviven paisajes, personajes, criaturas y objetos de distintos universos de ficción de la cultura del entretenimiento de fines de siglo XX, ahora representados a través de la más avanzada e hiperrealista animación 3D. En las pinturas de Aja Espil encontramos a algunos de los mismos personajes y referencias a comics, animés, cine de ciencia ficción y videojuegos que en la película de Spielberg, pero también, y quizás como elemento fundamental, aparecen las referencias a la historia de la pintura. Tanto el taller como las obras parecen producto de un fetichismo (un poco hipster y un poco nerd) por la pintura clásica y moderna; por su materialidad, sus técnicas y las composiciones de sus obras canónicas, cambiando la animación 3d por un estilo pictórico que parece querer sintetizar romanticismo, barroco, realismo del siglo XIX y figuración a lo Disney.
Las obras que componen Los viajes, en cambio, parecen escaparse de esa dinámica de apropiacionismo y referencialidad (aunque estén presentes elementos del imaginario vintage como una tele de tubo, un gameboy de los 90s, un joystick de Atari, una nave de la última secuela de Alien o alguna composición inspirada en Constable), de querer participar de esa conversación que la pintura viene teniendo consigo misma hace tanto tiempo, y de querer crear una ficción que de cuenta de un mundo pictórico ideal donde pueda convivir toda la historia de la pintura, pasada y futura.

La muestra -como su título- no deja saber de dónde viene, qué desconocidos lugares recorre o a dónde quiere llegar. Las obras parecen ser observaciones que algún pintor explorador hizo sin saber muy bien por qué, respondiendo a un impulso que le decía que lo que estaba viendo (o imaginando) tenía que quedar configurado en la narración de la pintura, aún para terminar perdiéndose en una esquina olvidada del taller, o (con mejor suerte) para ser rescatado en una muestra aislada en cuarentena.
















Podes visitar la muestra con cita previa enviando un mail a: galeriagrasa@gmail.com

IG

Fotos Boton Rojo Estudio

por Nicolás Pontón, 14 de Agosto de 2020
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