Ecos del paraíso
Sobre las paredes, telas de gran tamaño colgadas en series de a tres y cuatro, exhiben una impresionante escenografía selvática de verdes cálidos y brillantes. Entre las curvas hojas, apenas se ven sobre la piel canela de unos rostros, enormes pares de ojos almendrados, y las miradas cómplices que comparten nos hacen sentir excluidos de la escena tras la enramada. Nosotros en el medio de la sala, junto a una vaquita de San Antonio de nuestra altura realizada en resina, intentamos espiar lo que sucede del otro lado del horizonte verde.
Una vez más, lo material se exhibe a gran escala, y resulta imposible abstraerse ante semejante explosión de formas y colores. Así Laura Spivak vuelve a sorprendernos, pero no desde lo “políticamente incorrecto”. Atrás dejó el desparpajo de la trasgresión, ya no le hace falta derribar barreras para delimitar el espacio de su paraíso propio, porque eso ya lo ha logrado, sólo trata de cuidarlo, sostenerlo y disfrutarlo. Los pitos, tetas y erecciones, ocultos tras la selvática enramada, invitan desde el pasado a compartir la alegría de un posible presente.