¿Cómo ir contra la voluntad y el proyecto?
En bloques rectangulares de madera blanca, cuya cara superior se encuentra coloreada por una mixtura de tinte, calidad y textura, José María Casas ha dado rienda suelta a su creatividad por medio del “dreeping”. De manera que técnica y soporte se aliaron, para generar chorreaduras totalmente irregulares en las cuatro caras verticales laterales de cada uno de los volúmenes geométricos, que dispuestos al azar, configuran un laberinto bajo ocupando el espacio de la sala. La mayoría sobre el piso, otros entre el piso y la pared, alcanzando una posición oblicua.
¿Se trata de pinturas o de objetos? ¿Esto se explica por par de oposiciones? La muestra Objeto-Pinturas, sólo parece adquirir significado a partir de las operaciones con que ha trabajado el artista, y a las que en consecuencia nos obliga a aprehender a fin de apreciar el conjunto de la obra. Vale pensar entonces, que la potencia operativa de la misma radica en su propuesta, ya que no es posible definirla según el medio. Funciona como creación de nuevas prácticas, y no de categorías.
Las superficies que Casas destinó al uso del color, cambian el eje que va de lo vertical a lo horizontal, sin perder el primero en virtud de la tri-dimensionalidad de los soportes utilizados (que posibilitan el chorreado del color), dando cuenta de una ruptura de la forma hacia la anti-forma incontrolable. En esta praxis se produce un triple descenso: el de la pintura que chorrea por la fuerza de gravedad, el de las materias que se van depositando sobre las superficies de madera de los bloques, y el de lo no-sublime o abyecto como consecuencia de esa absorción de materias “bajas y extra artísticas” por parte de las superficies. No hay modo de orientar el movimiento del color que daría lugar a la forma, así como resulta imposible impedir el depósito de polvo, tierra y suciedad sobre los objeto-pinturas.
El cambio de eje que realizó Casas, provoca una falta de visión instantánea de la obra en el espectador. Más bien lo obliga a integrar corporalmente la experiencia temporal al puntuarle un movimiento continuo en torno a cada objeto-pintura, como posibilidad de acceder a la experiencia estética. Experiencia que genera entropía con la obra, en la creciente aceptación del estado de desorden que se hace apenas perceptible a medida que discurre el tiempo durante el derrotero laberíntico a que los objeto-pinturas invitan.